Todo lo que se acaba inevitablemente tiene un comienzo. Como las vacaciones, que se han terminado cuando ya nos habíamos acostumbrado a ellas. O como las aventuras de la familia Griswold, que han vuelto para nuestro regocijo en forma de reboot adaptado a los tiempos que corren. Y para los que quieran escapar de la realidad, recomendamos Proyecto Brainstorm.
Las vacaciones de los Griswold, como casi toda la comedia norteamericana moderna, no habrían existido sin la existencia de la publicación cómica National Lampoon y la locura de uno de sus escritores más prolíficos, Doug Kenny. Sus páginas escandalizaron y rejuvenecieron a un país cuyos cimientos cómicos habían sido fraguados veinte años atrás. Su éxito no pasó desapercibido para Hollywood.
Tras el éxito de Desmadre a la Americana y El Club de los Chiflados, se escogió una historia publicada en la revista por un joven John Hughes. Un viaje a Disneylandia se convierte en una experiencia cercana a la muerte a bordo de un coche familiar. El resultado fue el inicio una saga que nos ha acompañado desde entonces y que en su segunda aventura nos llevó de tour por la vieja Europa.
El éxito de la franquicia y la popularidad de Chevy Chase propiciaron una de las secuelas más queridas y recordadas. Con las festividades navideñas como telón de fondo y con una reunión familiar como origen del conflicto, S.O.S. ya es Navidad se convierte en la última película estimable de la saga, antes de que Vacaciones en Las Vegas arruinara por completo el legado de los Griswold, no sin regalarlos alguna carcajada de última hora.
Proyecto Brainstorm, recién llegada de las estanterías del Videoclub Vanessa, nos hace vislumbrar un futuro alentador y lleno de colorines. Un auténtico visionario como Douglas Trumbull se gana su merecida aparición en el campamento, gracias a su pasión por la tecnología y su especial interés por la ciencia ficción. Mención aparte merece Christopher Walken como el mejor efecto especial de la película.
Los Chocos eran los del oso, y luego los absorbió el mono y dejaron tirado al oso en alguna cuneta. Y pasaron a llamarse Chococrispis Chocos. He sentido la imperiosa necesidad de puntualizar esto al oir vuestro debate.
(MAT) Gracias Gon. ¿Lo véis? Yo tenía razón: «Chocoooooooooos, es mi desayunoooooooooooo. El chocolate más crujiente!»