CK#159: Salas de cine, donde surge la magia.

¡Vivan los cines! Tras 6 años hablando de películas, llega el momento de hablar de esos lugares donde se proyectan los films. En tiempos en los que se habla de la amenaza del streaming, repasamos la historia de las salas de cine: los cines de verano, el autocine, el cine de barrio o el cine X. Atraer al público he hecho que el medio apostara por los formatos de locos como William Castle, el 3D o el IMAX. Además también hablamos de comer y de citas en el cine y hasta de nuestras experiencias más locas y mágicas dentro del patio de butacas.

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Ha llovido mucho hasta que nos encontremos la familiar sala de cine de la actualidad. Antes de la llegada del cinematógrafo de los Hermanos Lumière, otros ingenios como el kinetoscopio  ya congregaban a público que disfrutaban de la experiencia cinematográfico.

De los salones, plazas, circos o barracones, a los grandes palacetes que han acogido los grandes estrenos del centro de las grandes ciudades. El cine se convirtió además en uno de las más grandes formas de entretenimiento congregando a todas las clases sociales, sin distinguir raza o condición.

Si bien el cine siempre ha sido atractivo para el público, locos maravillosos como William Castle llevaron la experiencia a nuevos niveles con sistemas como el Emergo  y otros gimmicks. Más futuro tuvo el intermitente 3D, que nos trajo la tridimensionalidad a la proyección de  cine.

El cine también llegó no sólo a las ciudades sino también a zonas rurales o pueblos costeros. El cine ya no necesitaba el gran edificio sino que el autocine o el cine de verano demostró la portabilidad de la experiencia.

A día de hoy, la multisala convive con salas que recuperan «el cine de antes». Alamo Drafthouse o Phenomena se han convertido en lugares para el espectador más sibarita y sistemas como IMAX llevan la proyección a la excelencia.

Finalmente nuestras vivencias en estos maravillosos lugares son en ocasiones tan especiales como la propia película que visionamos. El ritual del cine también ha traído consigo altercados, citas amorosas y hasta verdaderas comilonas. No dejéis de contarnos vuestras mejores experiencias en ese lugar mágico, la sala de cine.

 

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6 respuestas a CK#159: Salas de cine, donde surge la magia.

  1. FRAN23 dijo:

    Yo vi dos veces seguidas «El fin de los días», llegamos tarde y nos quedamos con la intención de ver los 5 primeros minutos. Como era diciembre y hacia frío fuera pues nos quedamos a ver la película otra vez.

  2. Lullo dijo:

    Hace 7 años tuve que emigrar por temas de curro y fui a parar a un pueblo de unos 3000 habitantes en Suiza. Por suerte en el pueblo hay un cine pequeño y lo mejor de todo es que en lugar de tener empleados, funciona como una cooperativa en la que los propios «socios» son los que proyectan las películas y gestionan el bar. Gracias a eso empecé a trabajar allí proyectando pelis y pude empezar a tener un círculo de amistades que me dura hasta el día de hoy, donde sigo viviendo.
    El cine es pequeño pero es una pequeña joya arquitectónica por lo que de vez en cuando hasta se hacen preestrenos de películas muy independientes. Desde aquí os confirmo que por lo menos en nuestro cine seguimos haciendo una pausa, que se suele aprovechar para pillar cerveza (la gente que puede porque una gran parte de la audiencia son señores ya mayores, los chavales pasan muchísimo).

    De paso aprovecho para daros la enhorabuena y las gracias. No sabéis la compañía que hacéis cuando uno está a tantos kilómetros.

  3. Severen dijo:

    Muy buen podcast, muy disfrutable. He rememorado anécdotas mil sobre mis incursiones en cines desde crio. Solo un apunte sobre Phenomena y su supuesto fracaso en Madrid: no puedes programar una sesión doble de Terry Gilliam que termina a la una y pico de la madrugada un día entre semana y esperar que la sala se llene (sobre todo si hay gente que no vive por el centro y tiene que madrugar al día siguiente). Y menos pagar tu cabreo con los pocos que asistieron. Los madrileños seremos muy perros, pero aquí destacó la falta de visión del organizador.

  4. Determinista dijo:

    El mejor recuerdo de mi infancia: ir al cine a ver Robocop

  5. Duss dijo:

    Me ha hecho ilusión que mencionéis el Iviasa de Móstoles, donde vi mis primeras pelis en cine hasta su cierre, y recuerdo muy bien ese kiosko, los fotocromos en la entradilla, ese interior oscurete donde de niño podías despistarte… Antes de convertirse en un supermercado ya totalmente reformado reabrió brevemente como biblioteca y pude visitarlo, conservaban toda la disposición de salas, los azulejos, incluso los carteles de «SALA 1″… fue un momento íntimo muy extraño.

    El Dos de Mayo, que heredó su público antes de que los centros comerciales de las afueras lo matasen del todo, era más cutrillo… pero fueron demasiadas visitas con abuelos y luego con colegas las que me hicieron sentir un puñetazo al curiosearlo el año pasado. La taquilla sigue allí, pero el interior es irreconocible, es un gimnasio ahora. El resto del centro comercial también está ahora bastante fantasmal.

    Y a mi padre le hará gracia que mencionéis el Jayto, por donde rondó muchas veces cuando tenía mi edad.

  6. Arkwright dijo:

    ¡Muy buen programa como siempre!

    Lo del intermedio la primera y última vez que lo vi en España fue con la primera película de «El Señor de los Anillos». De repente cortaron la película, encendieron las luces, y todo el mundo se quedó con una cara de «¿pero qué c*ño?». De hecho recuerdo haber leído un par de días más tarde en la sección de cartas al director de un periódico (probablemente el 20 Minutos) una queja de alguien que asistió al mismo pase en el mismo cine (CC Las Rosas en Madrid – tampoco recuerdo por qué fuimos a ese cine, no había ido en mi vida y no volví, ni siquiera me pillaba cerca). En cambio me sorprendió que en Bélgica, desde donde escribo, era una cosa bastante habitual, y sin que hiciera falta que fuese una película de casi 3 horas como la antes mencionada. A poco que se acercase a las 2 horas, corte para pausa, y además en medio de cualquier diálogo. Tenía una doble teoría para esto. Por un lado, nunca he visto comprar tanto a la entrada (de hecho en el cine al que yo iba no había un bar, sino un mini-mercado con todo tipo de bebidas, helados, patatas…), así que doble ocasión de hacer caja. Por otro lado, teoría loca: al ser un país tan pequeño no han hecho esos viajes al pueblo de horas y horas en coche y las vejigas están menos entrenadas.

    De los formatos de proyección especiales sólo he experimentado el 3D HFR a 48fps con las películas de «El Hobbit» y dejando aparte el que las películas no me matasen la sensación era muy rara, todo estaba tan realista que daba la sensación de estar viendo gente disfrazada en decorados, te saca totalmente de la película. Al 4D no he ido pero siempre que lo oigo recuerdo un sketch acerca de ello en «Amazonas en la Luna» o «The Kentucky Fried Movie» (siempre las mezclo), se puede encontrar en YouTube.

    Por lo demás, comparto los recuerdos de los cines de verano (recuerdo mucho una sesión doble con «Una Banda de Dos» – con un joven Eddie Winslow – y «Robocop» en la que me perdí la segunda porque mis padres nos sacaron porque no era para niños), los numerosos cines desaparecidos de la Gran Vía madrileña en las que pasé tantas tardes de domingo con mi abuela, e incluso ya no lo recordaba pero es cierto que fui al cine por algún cumpleaños (me viene a la mente «Oliver y su Pandilla»). Ah y las sesiones dobles, que eran bastante frecuentes en los 80; solía ser una película peor o reestreno y luego la nueva. Recuerdo una de la ET-xploitation «Mi Amigo Mac» y (la buena) «¿Quién Engañó a Roger Rabbit?», y otra de «Mary Poppins» con «Taron y el Caldero Mágico» que fue la primera vez que fui al cine y sólo vi «Mary Poppins», ya que la segunda era bastante oscura, con una escena en la que persiguen a un cerdito me puse a llorar de miedo, y mis padres decidieron que mejor nos íbamos.

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